Jugar es un derecho de la infancia (está reconocido por la ONU desde 1959, Resolución nº 1386 de la Asamblea de Naciones Unidas).
El niño se relaciona con la realidad a través del juego y en este sentido es el medio primario de socialización de interacción con sus iguales.
Por todo ello, es nuestra responsabilidad como adultos y como sociedad proporcionar juguetes y entornos de juegos accesibles e inclusivos, que permitan a todos los niños disfrutar de ellos y relacionarse, independientemente de sus capacidades.
En este sentido fortalece los vínculos afectivos mejorando la comunicación y la convivencia, logrando así entablar mejores relaciones en el futuro.
Cuando los niños, con y sin discapacidad, juegan juntos aprenden a apreciar las aptitudes de los demás y las similitudes entre ellos.
Es la base de una sociedad justa, normalizada, integrada y plural ; por tanto hemos de considerarlo como un objetivo esencial y prioritario en el entorno comunitario.